La incertidumbre te subrogaba, no podías evitar sentir deseos insaciables de cerrar los ojos y despertar fuera de ti, ¿Acaso no podías estar interrogándote retóricamente de la misma forma que lo hacía yo?
Velozmente avanzaba el reloj con un temeroso tictac y es que un retraso elegante podía alternar el orden de las cosas. Sin cuestionamientos me dirigí hacia la puerta, sin remordimientos arranqué un pétalo blanco de mi cuerpo y procuré mirar orillando los arbustos y lo que encerraba a la fortaleza, al parecer no habían rastros de resplandecientes toques del pasado, a decir verdad ya no existían. Tres, cuatro, giras, cinco, seis, resucitas y todo se paraliza. Las lagunas nunca dejaron de encantar.
Fueron callejas desconocidas aquellas recorridas diariamente, fue una dimensión desconocida estar recostada en aquella perspectiva; asimilaba un desierto florido y rebosante de opulentos entronques con visiones del inconsciente, se enmarañaban con la alegoría de mis metas.
Todo parecía nuevo, menos lo inconfundible, lo que te hace resaltar, y es que llegan a embaucarme de tan transparentes que son, tanta pureza, tanta realidad que en utopías eres más cabal. Y no he soñado porque me quemaste al tocarte, y no he mentido o al menos no he querido, y no he luchado porque tembloroso verso soy e indeleble y congruente impresión me persigue, pero en ti y en mi no existen las sonrisas excluyentes.