And the worms ate into his brain

En bruto.

lunes, 8 de marzo de 2010


... De pronto las costas me parecieron próximas al cielo, el oleaje más violento y el trecho entre el mar y la montaña más angosto. Será que ya no pasan tantas cosas en los lugares donde el clima no tiene protagonismo. Todo parece estar regido por el mar, todo parece estar dispuesto por él. Nada cambia.
Espejos interminables no dejan de avanzar frente a mis ojos, los reflejos no se detienen. Todo se repite, como una mala película de ficción. El paisaje no cambia. La misma gota cayendo de la rama. Todo es un calco. El mismo charco rebosante de agua salpica al lodo. Es una fotografía. El cielo llueve. Llueve y no se detiene. Y si no quieres expresarte con las palabras, entonces no lo entiendo.
Lástima que tu arte no pueda llegar fácilmente a mis oídos. Lástima que tu música no busque senderos a través del universo. Lástima ser tu musa. Lástima ser palabra. Lástima ser verso que escapa del sonido.
Pero me culpas de que en la génesis de las palabras, me culpas de que en la génesis de la letra, de la forma, del arco y del punto aparte yo he estado encarcelada. Me culpas de que he estado ensimismada en mis renglones. Y yo te digo que la culpa no es del albergue. No es del precursor, no es del sucesor. La culpa no está en el origen, ni en el desarrollo. La culpa no se encuentra en el sendero que pueda poseer mi arte a diferencia del tuyo. La culpa no está. La culpa no existe. Pierde forma.