And the worms ate into his brain

Crear

jueves, 27 de septiembre de 2007

Emana el fuego, emana el agua, emanan los destellos cegadores, irrevocables flagelaciones cubren tu escarchado cuerpo. Un compresor aplana retales de conmemoraciones coetáneas acicaladas de arrebolados vestidos amoldados de una forma escrupulosa y difusa a los ceñidos cuerpos propios de tu selectivo albedrío.

Y vuelve la vida, con sus fulgurantes confluencias del querer.

Polaricemos la luna.
¡Desprendamos las migajas de su palidez deshojada azarosamente por el capricho de un soberano ser regocijado por tener el poderío de explanadas yermas!

Someday

domingo, 23 de septiembre de 2007

El estratega procuró colgar sigilosamente cada diamante.

Cristalinos como el agua pura, índigos, indigestos y pseudo encantadores tendían a inclinarse hacia el concurrido salón de tapices rojos que llevaba furtivamente a aquel lugar desfavorecido lumínicamente, pero que irradiaba una belleza capciosa gracias a los coloridos destellos provocados por un significante rayo de luz que jugueteaba, travieso, por entre las rendijas de la celda.

Ya llevaba varios meses sumido en el interior de ese oscuro calabozo de paredes desgastadamente grises y barrotes de tan oxidados, tan amarillentos.

El mar impregnando a la brisa. Ella la brisa, yo, el aromático ser de grandes ojos sañudos, hombros anchos y un largo cabello que se dejaba caer por los pliegues de mi cuerpo.

- No regresó… - se repetía día a día, suspiro a suspiro, caricia a caricia. – No regresó la alegría a mis tierras, no volví a verme reflejado en ese par de perlas negras, no vuelve a caer la nieve sobre mi rostro como esperanzadora serenidad, no regresa el rocío chispeante de su cascada oscura, brillante y sedosa. No regresa la alegría de sus labios, ni siquiera regresa el rastro de la embriaguez de los sueños quebrantados, de los castillos derrumbados. Del castillo donde eras mi doncella alicaída. Volver a verte así, es lo que quiero antes de que se nuble la razón y ya nunca mas salga el sol.


Fronteras de cristal

martes, 18 de septiembre de 2007

Luego de consumir un poco mas su vida con un cigarro confidente salió apurando el paso rítmicamente al compás de la batería marchante de la canción que habitaba sus oídos, un ligero silbido contorneaba su auricular cada vez que la brisa resoplaba; y cada vez más calmado el paso luego de que tropezara despistadamente con uno de los escalones de la facultad.

Solía observar un vestido rojo carmesí, despampanantemente alusivo al rojo cielo de su tierra del sur, alternando el sentimiento que alternan las miradas ya se veía sobre el vehículo mirando por los retrovisores aquella lámina de elegantes tonalidades anaranjadas.

Bordeando interiormente el cilindro me estoy sumida en las
curvaturas interminables de tres sorpresivas añoranzas. Envueltas en un degradable papel dulce, opacos, fosforescentes y tan exactamente contorneados como el conmovedor recuerdo que se avecina cada vez que incinera tu monotonía mi encantamiento profundo en un estanque de agua clara sin fronteras de cristal.

Superfluo

sábado, 15 de septiembre de 2007


De las cenizas renacer, divisar milímetros de cielo, milímetros de suelo, cielo, suelo.
De las cenizas renacer, capturar segundos lumínicos, lumínicos segundos de ardentía.
De las cenizas renacer, consumir precipitadamente cápsulas encapsuladas en cápsulas mayores buscando una innovadora catarsis.
De las cenizas renacer, blancos, transparentemente blancos recuperar esos traslucidos abatimientos desgastados.
De las cenizas renacer, ínfima valentía inficionó a decadente coraje.


A catorce

martes, 11 de septiembre de 2007

Como era habitual se sentaba a observar el cielo, le parecía extrañamente divertido el hecho de recordar la misma visión de hace décadas, y cada vez volvía, aterrizaba y posaba delicadamente sus manos sobre la grada que orillaba el pastizal. Año tras año, no importando lo que aconteciera, venía a su mente una pregunta propinada por un acompañante, uno de tantos, de tantos que pasaron precisamente por ese circulo que descontinuaba la regularidad del camino, que te sacaba de tu hipnotismo, que era el gentil receptor del blanco manto que se situaba en altas horas de la madrugada embelleciendo el paisaje, haciéndolo resplandecer indescriptiblemente.

Se sorprendió estrangulando fuertemente con ambas manos un puñado de flores silvestres, que por la brusquedad involuntaria ejercida sobre ellas, parecían marchitas.

No tenías claro si era por ansiedad o desconsuelo que estabas una vez más en aquel lugar esperando no se qué diantre; al parecer solo te servía de un consuelo periódicamente aplicable. De una forma lenta, pero afanosa te sumergías en el retazo de los recuerdos, ya no los veías lúcidamente.

Compungida, elevaste la mirada y miraste hacía el sur procurando prescindir cualquier contacto visual, obviando que dicho esbozo divisado velozmente por el rabillo del ojo sería dicho individuo que, rebosante de compresión, arrepentimiento y desolación, haría un acto de regresión.


Oscureció, ya podías sentir el murmullo de los rufianes, podías oír claramente el crujir de las ramas alargadas, podías sentir su tosco olor a tabaco, entendiste que ya era hora de arribar al balcón, nuevamente y desde allí despedir a pasos lentos y nostálgicos el sueño, cada segundo más ficticio, de poder volar con alas verdes hasta el fin de tus días.

While your lips are still red

sábado, 8 de septiembre de 2007

Y para finalizar quisiera observar los lánguidos y desgarbados árboles de pestañas trastocadas que observaron día a día mi caminar, que sirvieron de sumidero de un sumergible rastro de ilusiones entrelazadas con el cielo, y en derredor del flamante sol, ahí, habían dos polos, fluorescentes, radiantes de serenidad, inexplorados por cierto.

Inferir la cronología intacta, sin reprimir decisiones, acaparar los gestos, acaparar incluso las represiones, protagonizar cada impulso sin trastabillar en cada brote de ideología.

Trastornar la visión de manos pequeñas en el vidrio empañado, empañado empalagosamente por el frío indigesto, indigesto por la suave brizna que al caer vuelve a ser parte del espeso ramaje.



Extremos

lunes, 3 de septiembre de 2007

Como mantenerse neutro, como respirar apresando cada suspiro, sin degustar, sin encantar, sin vociferar prematuramente alguna de esas locuciones ricas en franqueza, pero a la vez menesterosos de exquisitez, menesterosos de humanismo y veleidad.

Pues quisiera dejarme caer hacia un lado, deslizarme lentamente por cada retazo cercenado apáticamente por aquellas tenacillas de metal.

Y eleva, y eleva; los rombos espiritosos, etéreos, resaltan por sobre los lívidos rabos de nubes.

Rasgos de la estación, vuelve la ilusión, y de su mano vienes tu, tu, tu, tu a maravillarme resplandecientemente acopiando una cadencia farragosamente embriagante.