And the worms ate into his brain

"El suelo que ves son mis pies"

jueves, 22 de mayo de 2008


El aire se tornó capcioso. Las paredes se demacraron a su modo, como cada cosa a su modo, descascarándose el azul electrizante. Las cortinas doradas, traslúcidas, ahora grismente arañadas, yacen evanescentes en el fondo de la nada, en el fondo del vacío.

La habitación del sádico discípulo del jazz era atravezada por un cilindro que iba desde el techo hasta el piso alfombrado, y el remezón del crepúsculo vino dos días antes de que el astro turbado cayera cinco pisos y se azotara la cabeza contra las aceras.

Y no imploro complacencia porque ya no quiero complacerte.
Ya no quiero impresionarte, ya no quiero deslumbrarte.


Y el músico del jazz estaba en su sillón de cuero, vestido de implacable negro. Su mano desbordaba la taza de café, parecía sometida y entregada al rupturismo vivaz de aquel hombre, parecía brutalmente agazapada, moldeada y comprimida, así como esta se mostraba saturada de los ojos color abismo y frutos del contragolpe implícito en una cicatriz discontinua que dejaba entrever la perspicacia que habitaba en sus delirios.