And the worms ate into his brain

En bruto.

lunes, 8 de marzo de 2010


... De pronto las costas me parecieron próximas al cielo, el oleaje más violento y el trecho entre el mar y la montaña más angosto. Será que ya no pasan tantas cosas en los lugares donde el clima no tiene protagonismo. Todo parece estar regido por el mar, todo parece estar dispuesto por él. Nada cambia.
Espejos interminables no dejan de avanzar frente a mis ojos, los reflejos no se detienen. Todo se repite, como una mala película de ficción. El paisaje no cambia. La misma gota cayendo de la rama. Todo es un calco. El mismo charco rebosante de agua salpica al lodo. Es una fotografía. El cielo llueve. Llueve y no se detiene. Y si no quieres expresarte con las palabras, entonces no lo entiendo.
Lástima que tu arte no pueda llegar fácilmente a mis oídos. Lástima que tu música no busque senderos a través del universo. Lástima ser tu musa. Lástima ser palabra. Lástima ser verso que escapa del sonido.
Pero me culpas de que en la génesis de las palabras, me culpas de que en la génesis de la letra, de la forma, del arco y del punto aparte yo he estado encarcelada. Me culpas de que he estado ensimismada en mis renglones. Y yo te digo que la culpa no es del albergue. No es del precursor, no es del sucesor. La culpa no está en el origen, ni en el desarrollo. La culpa no se encuentra en el sendero que pueda poseer mi arte a diferencia del tuyo. La culpa no está. La culpa no existe. Pierde forma.

La fille danse.

sábado, 29 de agosto de 2009

Si como dice Cortázar “se puede vivir sin pensar”, no ha de importarnos. Para qué culparnos y buscar razones. Para qué culpar al invierno de no ser primavera. Para qué ansiar tanta gloria sin recorrer caminos. Para qué esperar actos si no hay un telón, ni una obra, ni luces, ni escenario. Es que de tanto andar de boca en boca el vértigo se me hizo ajeno. Y si intentamos sobrevivir en azul cuando el sol se fugó fue por querer probar lo dulce y agraz del amor, de nuestro amor. Si tan solo son palabras escritas en un trozo de papel, si tan solo es una flor en el jardín del edén, una estrella reflejada en el inmenso mar, bien sabes, no ha de importar. Si el desaliño de los besos se nos quedó en las comisuras de los labios, si quisimos tomarnos una fotografía a los pies de un Nogal, no fue apresurarse a cambiar realidad por utopía, simplemente fue querer vivir contemplando aquella fotografía bajo una lluvia de crisantemos.

Sí, nos amamos. Ocultamos nuestros demonios bajo nuestras alas y cuando caía la noche nos ocultábamos bajo la sombra de la cruz que aún yace sobre nuestra cama. Siendo Jesús testigo de tanto amor hay veces que el desprecio no daña al orgullo.

Tan solo esperaba que vinieras algún día, que volvieras, que se hiciera realidad la fantasía del tren estacionado en la estación, y que bajaras del andén numero cuatro, sin rosas, solo con los brazos abiertos, entregándote, así, a lo que siempre pudo y podrá ser nuestro momento.
Me duele tanto mi partida. Y más me duele porque pasará inadvertida ante tus ojos. Más me duele porque nacerá de un tiempo supremo, de un mundo inmejorable. De un tiempo donde nunca compartimos un lugar. Donde sólo nuestras almas se tocaron y casi sintieron la piel cálida de nuestros cuerpos.

Y sin más remedio, te digo adiós. Porque no necesitas mis alas para sumergirte en las nubes, ni mis armazones de acero para contener tus sueños. Pero querrás mis brazos a la hora de tu muerte y de seguro querrás llevarme contigo, fundidos hasta la muerte en una cruda sinfonía que jamás comprenderemos. Y vete a la cama niño, que se te hace tarde y no quiero verte deshojando almendros ni recogiendo cristales por la cólera de otros. Renuncio a ti porque emprendes el vuelo hacia esa línea de espuma que se recuesta sobre el horizonte. Comienzas a pedalear sin rumbo. Renuncio a ti para luchar tranquila, renuncio a ti para no tener que mirar por el rabillo de mi ojo, renuncio a ti por amor. Renuncio a ti para no fracasar con el falso sentimiento del merecimiento.

Hojas de esperanza.

miércoles, 4 de marzo de 2009


Eso era lo que estaba haciendo. Podría haber seguido caminando de una esquina a otra, pero no. De todas formas no era mucho lo que podía hacer con un periódico bajo el brazo y una cámara fotográfica en el bolsillo. Debería acabarse esto de la sequía. Ahora resulta que el perímetro de Santiago depende de seis glaciares. El agua se va a acabar. El agua se va a acabar y sería más fácil si se acabara el mundo.

Estaba leyendo, pero eso de “perímetro”, con su sistemática connotación matemática y luego eso de “Santiago”, que te incluye y recuerda tanto. Y luego lo de los glaciares. Los glaciares que se derriten son agua. El agua que es el mar, y el mar que era su sueño. Pero tú no tienes idea, hiciste sordos a tus oídos. No quisiste saber y no conforme con eso, te alejaste.

Deberías permitirte venir conmigo. Los trenes han pasado y cada estación me ha marcado como se marcan los mapas de un campo minado. Qué bonito era leerte. Qué bonitas esas ansias que aún tengo en forma de esperanza. Te diste demasiada importancia cuando te conté sus sueños y esa forma utópica que tenía de ver su vida y la mía, junto a la suya. Yo no tenía por qué pensar algo de ti, pero tú tenias toda una lista de lo que no debía pensar. Te diste demasiada importancia y yo te dejaba.

La sequía va calando hondo en nuestras cabezas y ya no podemos concretar un pensamiento sin maldecir el día y la noche. Las estaciones ya no existen. Explotaron en nuestras manos y cada gota de sangre se diluyó con el océano y su sal.

Su sueño no se cumplió. Estaba loco, o algo así. Necesitaba aprobación constante y esa, no es una facultad inherente del mar. Tampoco mía. Sí de ella.

No me sorprende que naden juntos a lo largo de las costas. El destino es una basura, pero si pudiera llamarle destino a lo concreto, lo hago y sentencio. Lo llamo destino.

Saber si llegaste esa tarde, lo llamo vacío. Pero si estuviste ahí, casi lleno, absolutamente llano. Con el mundo a tus pies. Y tus pies sobre los polos. Y los polos sobre el agua. Y el agua sobre el mundo.

Voces

lunes, 16 de febrero de 2009


Odian ver la decadencia invernal
en sus árboles, jolgorios y atuendos primaverales.
Eran sus voces a punta de revolcones
en el fango de la pradera,
las que odiando, oían después de amar.

La palabra no embellece al poeta.
Las gotas de lluvia embellecen a la rosa
tras el cristal de hombres y mujeres desahuciados,
casi muertos por la estocada aciaga de la vejez.

Ya no son suficientes las páginas ilustradas.
Tienen que rasgarlas para no ver el tinte descarnado de un paisaje ensangrentado.

Inercia.-

miércoles, 13 de agosto de 2008


Alzaste tus manos hacia el crepúsculo para no sentirte vulgarmente inútil.

Tus ojos boscosos, hicieron indescriptible al hielo que se nos caía a pedazos. Se escabullía venturoso por los parajes descubiertos del sendero, estrellandose contra las piedras del arroyo, taladrando el agua. Y tú, parado en una baldosa, te mueres por acribillar al hielo...